Editorial: “Maniobra sobre la atención a veteranos”

Los veteranos merecen una buena atención médica, ese es el compromiso de la sociedad que los envió al frente

Los veteranos ondearon una bandera de EEUU.

Los veteranos ondearon una bandera de EEUU. Crédito: EFE/David Maung

El problema de la Administración de Asuntos del Veterano (VA) es la idea de la Casa Blanca de privatizar la atención médica para los retirados de las fuerzas armadas.

Los viajes inapropiados a costa del dinero federal del ex secretario del VA, David Shulkin, es el aparente motivo de su controversial salida. Si es así, el Presidente Donald Trump debería deshacerse de otros integrantes que se portaron peor.

En el VA se entrecruza el discurso patriótico de Trump, que exalta en cada oportunidad a las Fuerzas Armadas, y la tentación del sector privado de obtener los 200,000 millones de dólares que recibe anualmente la agencia federal.

Cada ejemplo que usa el presidente para mostrar una mala atención médica a un veterano es un guiño para la medicina privado. Como si esta no cometiera errores y horrores que se atribuyen al área pública.

La designación a dirigir el VA del médico presidencial, el contraalmirante Ronny Jackson, es parte de esta maniobra. Jackson al igual que Shulkin son médicos militares, hasta ahí el parecido.

Shulkin hizo una larga carrera en el área administrativa de la salud. Estas credenciales le ganaron la designación del expresidente Obama y la continuación en la administración Trump. Hasta que se consideró negativa su oposición a la privatización del servicio.

La carrera de Jackson está dedicada a la Armada. Ganó medallas de reconocimiento a su labor en Irak. El militar se ganó la confianza de Trump diciendo que los buenos genes del presidente lo tienen en una condición de salud excelente, a pesar de estar pasado de peso, no hacer ejercicio y tener una dieta de hamburguesas, papas fritas y soda.

Es sabido que en esta administración se llega lejos cuando se ingresa al reducido círculo presidencial a través de la adulación. Pero esto ya es demasiado.

Jackson no tiene la experiencia para administrar eficientemente una organización de más de 330,000 empleados que atienden la salud de nueve millones de personas. Lo seguro es que no será una obstáculo a la privatización y quizá, sí un motivo para ella.

Más allá de la anécdota no hay motivo para la privatización. Los distintos estudios muestran mejores resultados médicos en muchas áreas y que los usuarios tienen alto nivel de satisfacción, a veces por arriba de los pacientes privados.

La privatización del sistema significa que una cantidad considerable de dinero se desviará la ganancia de los inversionistas, en vez de ir al paciente como ahora. El sector privado tampoco tiene la experiencia para atender los problemas físicos y mentales ligados a la guerra y al servicio militar.

Los veteranos merecen una buena atención médica, ese es el compromiso de la sociedad que los envió al frente. Eso no se logra con Jackson y mucho menos privatizando el servicio.

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