Universidad de Ohio certifica a repatriados para ser intérpretes

Los deportados encuentran fuentes de trabajo

MEXICO  – Desde su deportación hace más de una década, Josué Felix Suárez, de 44 años, ha sido interprete traductor del inglés al español y viceversa porque ambas lenguas para él son tan naturales como respirar: allá creció y sus padres son mexicanos.

Lo mismo ha traducido para el ramo turístico, para aeropuertos, venta de productos, para el ramo financiero, de hipotecas a créditos y bancos, con trabajadoras sociales, médicos, psiquiatras, psicólogos y hasta con consejería para atención a daños por violencia doméstica, abuso infantil o de personas de la tercera edad.

Todo a larga distancia desde México porque fue deportado físicamente pero las empresas estadounidenses y hasta el gobierno de allá no lo ha dejado ir. “Soy un intérprete natural y, sin embargo, no tenía certificado como intérprete bilingüe y por eso me pagan menos y no me quieren contratar en hospitales privados o en el gobierno”, comenta con un aire de esperanza.

Las expectativas laborales crecieron para Josué Félix y otros 60 mexicanos repatriados porque en las últimas horas un certificado del Centro de Lenguas de la Universidad Estatal de Ohio. En apoyo a una solicitud de la organización de deportados New Comienzos, académicos viajaron a la Ciudad de México para evaluar y empujar los conocimientos del grupo.

“Lo importante es que tengan un pago justo, que puedan trabajar independiente o fundar sus empresas y ganar su dinero y no depender de un call center donde les pagan muy poquito”, advirtió Elena Costello en representación de la universidad de Ohio.

El certificado se entregó después de que los interesados tomaron un curso básico sobre interpretación médica. Etica, reglas. Un paso adelante para obtener el Certification Commision for Healthcare Interpreters, reconocido por el gobierno estadounidense. “La mayoría domina perfectamente los dos idiomas y sólo les faltan algunos conocimientos técnicos”, agrega Costello.

Josué Felix lo resume así: “Esta certificación es un parteaguas para los repatriados:  nosotros no habíamos tenido algo parecido y es una gran oportunidad para los que hemos estado trabajando sin garantías ni reconocimiento de estudios”.

Incluso para quienes nunca han sido intérpretes como Sergio Hernández, de 27 años, repatriado hace cinco sabe quien ahora ve una oportunidad más allá de vender productos en tianguis ambulantes en su natal Xalapa.

“Desde niño traduje a mis padres en Georgia y entiendo todo: no veo porque no puedo ser intérprete con un poco de entrenamiento”.

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