Cierran carreteras, echan a médicos, cobran multas…: Los pueblos mexicanos más radicales ante COVID-19

El miedo los hace tomar medidas extremas

Protestan médicos por falta de equipo de protección y agresiones por parte de la sociedad.

Protestan médicos por falta de equipo de protección y agresiones por parte de la sociedad. Crédito: EFE

MÉXICO – Pasaron de la negación al miedo y tomaron medidas radicales para hacer frente al coronavirus. Pueblos que cierran las entradas y salidas de sus habitantes o que prohíben el ingreso de foráneos; que cobran multas a extraños, echan a los médicos con protestas, impiden funerales o bloquean carreteras…

Se trata de zafarranchos registrados en al menos 20 de los 32 estados del país de acuerdo con datos extraoficiales que llevan cuentas de reportes de la prensa local sobre los hechos más extravagantes y extremos motivados por el temor al contagio o el desconocimiento de cómo enfrentarlo.

Algunas de estas acciones son tan desmedidas que incluso atentan en contra de las vidas de quienes las incitan o apoyan como ocurrió recientemente en Michoacán y en el Estado de México, donde dos comunidades impidieron la entrada de los fumigadores que periódicamente se presentan en la zona para rociar insecticidas y otros mejunjes contra el dengue.

El dengue provocó en 2019 la muerte de 191 personas y un repunte importante en el número de contagios que creció hasta 41,000; este año, hasta la primera semana de mayo sumaban 2,776  casos confirmados y 11 defunciones reconocidas por la Secretaría de Salud.

El mosquito propagador de la enfermedad se multiplica por cientos en la temporada de lluvias que arranca en mayo y es preciso eliminarlos desde los huevecillos, razón por la cual, en los últimos días, escuadrones de fumigadores llegaron  a la comunidad de Zitácuaro como siempre: con bombillas a la espalda, dispuestos a empapar las calles y charcos.

Pero los  pobladores lo impidieron.Por la madrugada colocaron piedras y palos en la carretera para frenar a los vehículos de la brigada sanitaria ante rumores que corrieron como pólvora, sin fundamento, por Facebook y WhatsApp. Los mensajes decían que el gobierno quería aniquilarlos propagando el coronavirus por calles y plazas, que no era ningún antidengue lo que cargaban en las bombillas. “ A nosotros no nos van a hacer pendejos”, repitieron después en el bloqueo.

Las autoridades locales intentaron iniciar un diálogo, pero la respuesta fue más furiosa, más gritos, misma negativa  y finalmente tuvieron que dar marcha atrás con todo y patrullas y ambulancias y fumigadores.

“Los miedos colectivos suelen ser irracionales”, explicó  Juan Estrella, sociólogo de la Facultad de Ciencias Sociales en la Universidad Nacional Autónoma de México. “Pueden tener como punto de partida un sustento real, como ocurre ahora con el coronavirus, pero se alimentan después de todo tipo de argumentos y más aún si lo que se enfrenta es desconocido como esta pandemia” .

El COVID-19 no sólo una enfermedad nueva y extremadamente contagiosa ,sino que está evolucionando y hay contradicciones mundiales sobre el nivel de contagio o cómo tratarla incluso después de la muerte y esto provoca alteraciones y pánico social que raya en los límites de la intolerancia y la discriminación. O en la extrema precaución, según se observe.

Recientemente en la colonia Miramar, de Zapopan Jalisco, se armó un merequetengue. Hubo cejas levantadas y pechos indignados que gritaron consignas en contra de las autoridades del nuevo Instituto Jalisciense de Cancerología por permitir que el estacionamiento se instalara una morgue  para casos de Covid-19.

“No nos preguntaron”, dijo José López, un vecino de la zona a la televisión local.  “Que se lleven la morgue a un espacio despoblado, lejos de la gente sana”, dijo José López, un vecino de la zona a la televisión local.

El sociólogo Juan estrella observa que las reacciones extremas si bien se dan en algunas ciudades, se vuelven más complejas en provincia porque en México hay 110,000 localidades y, de ellas, alrededor de 25,000 son de 2,000 habitantes o menos. “Están habituadas a tener algún tipo de aislamiento al que se acogen ahora como un mecanismo de supervivencia”.

Ni turistas, ni migrantes

Sólo los habitantes de Huasca de Ocampo saben cuánto se esforzaron para lograr que el lugar fuera declarado como “Pueblo Mágico”, un programa que empuja a pequeñas comunidades a explotar sus historias y tradiciones y embellecer sus espacios a cambio de dinero público para mantenimiento y promoción turística.

Pintaron sus casas, pusieron plantas, arreglaron las calles destartaladas y recogieron basura para cautivar a visitantes que, desde hace unos días, no son bienvenidos. El alcalde de la localidad, Marcelo Soto, instaló en la entrada principal un letrero que dio el giro de 360 grados: “Turismo no; habitantes de Huasca sí”.

Hubo algunos huasqueños que no estuvieron de acuerdo, pero no se escucharon. La política nacional para enfrentar la pandemia es que de manera regional se decida cuando abrirse y cuando aislarse y eso han hecho en este poblado desde la Semana Santa.

Huasca de Ocampo no ha sido el único en apostar a las medidas extremas, acota el alcalde cuando se le cuestiona. Y pone como ejemplo al poblado de Xochiatipan que anunció multas de  alrededor de 1,200 dólares a todo aquel que desobedezca y se ande paseando por ahí incauto. “De otra forma no entienden”.

Regina Santiago, presidenta del Observatorio y Monitoreo Ciudadano de Medios, observó en entrevista con este diario, que este tipo de medidas radicales para contener los contagios son producto de un ambiente social previo de discriminación, de rechazo del otro.

“México tiene esfuerzos positivos en las estrategias de comunicación para combatir la pandemia, pero también hay mensajes contradictorios, que si es muy peligroso  o que si no es tanto y  eso confunde a la gente y le hace actuar con miedo extremo”.

En la montaña y la costa de Guerrero, una docena de poblaciones impiden el ingreso de migrantes de retorno que huyeron de la pandemia, principalmente de Nueva York, la ciudad donde emigran muchos tlapanecos y mixtecos orindos de pueblos que  se rigen por el sistema de usos y costumbres con policías comunitarios que dieron la orden: “No, aquí no entran”.

De modo que los repatriados se quedaron en la cabecera municipal a la espera de un cambio de esas políticas consideradas por Abel Barrera, director del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan como “una medida de protección drástica pero necesaria”.

Los duros en los estados

Aunque Miguel Barbosa, el gobernador poblano es un aliado del presidente, puso el grito en el cielo cuando se enteró de que la Secretaría de Salud federal tenía la intensión de trasladar pacientes de Covid-19 desde la Ciudad de México a la entidad que él gobierna, ubicada a 90 kilómetros al oriente, donde hace poco dijo que el coronavirus sólo contagiaba “a los ricos”.

Ahora Barbosa negó en conferencia de prensa que el sistema de salud de Puebla tuviera  camas disponibles para los pacientes infectados por coronavirus como venía diciendo el área de Epidemiología de la federación y que tales declaraciones no eran más que una escaramuza para llevarle enfermos y remató.

“ Aquí vamos a cuidar a los poblanos, nadie nos ha ayudado, nosotros nos vamos a ayudar solos”.

El mismo discurso, pero velado, se repitió entre los fronterizos estados de Coahuila y Nuevo León, una zona de alto tránsito y convivencia familiar y económica, donde los habitantes iban y venían sin mayores problemas hasta que policías coahuilenses pusieron 57 filtros.

“Nadie puede entrar de Monterrey, de aquí te me regresas”, denunció una persona grabó la conversación que sostuvo con un oficial y la compartió en redes sociales. “Nadie puede entrar de Monterrey. Están bien infectados allá. Así vengas a lo que vengas, me puedes dar mil excusas, no puedes entrar ya. Está cerrado Saltillo”.

De acuerdo con algunos observadores, algunas de estas medidas oficiales tienen su origen en la desconfianza; en los datos sobre los números de contagios, muertes y propagación de la pandemia.

Josué Baruch, geógrafo de la UNAM que ha seguido de cerca la estadística oficial señala que no hay elementos para sustentar o comprobar que se haya ocultado información pero sí fallas en los procesos de compilación y divulgación. “Se está aprendiendo sobre la marcha”.

En esta nota

Coronavirus COVID-19 México
Contenido Patrocinado
Enlaces patrocinados por Outbrain