Paz en las calles y opciones para los jóvenes: el trabajo de Centros Nueva Vida

Paulino Vargas realiza una ardua labor para orientar y apoyar con empatía a niños y jóvenes de La Villita para que se aparten de pandillas y de la violencia, desarrollen su potencial y se concentren en actividades deportivas y recreativas

Paulino Vargas, gerente del programa de Justicia Restaurativa y Alcance en las calles de La Villita de Centros Nueva Vida. (Aileen Ocaña / La Raza)

Paulino Vargas, gerente del programa de Justicia Restaurativa y Alcance en las calles de La Villita de Centros Nueva Vida. (Aileen Ocaña / La Raza) Crédito: Impremedia

Sabemos que la violencia es una realidad en Chicago. Específicamente, en vecindarios latinos sus habitantes han aprendido a sobrevivir con la inquietud de que en cualquier momento una balacera o evento violento podría acontecer. De lo que quizás muchas personas no están enteradas es que, en esos barrios afectados por la violencia, existen líderes, mentores, organizaciones y esfuerzos de la comunidad dispuestos a trabajar 24 horas al día y 7 días a la semana para prevenir que más jóvenes y niños sean víctimas de la violencia.

New Life Centers (Centros Nueva Vida) es una de esas organizaciones que cada vez toma más fuerza. Actualmente opera en diferentes locaciones, en barrios con numerosa población latina. Los Centros Nueva Vida son reconocidos en la comunidad por ofrecer diferentes recursos, entre ellos educativos, de mentoría, de alcance y conexión con los jóvenes, promoviendo apoyo social y emocional.

Paulino Vargas, gerente del programa de Justicia Restaurativa y Alcance en las calles de La Villita de Centros Nueva Vida, ha dedicado los últimos 10 años de su vida trabajando como mentor en los Centros Nueva Vida conectando con los jóvenes.

Al preguntarle cómo describiría su título en Centros Nueva Vida, Vargas indicó: “Lo que hacemos no se puede explicar, se tiene que ver. Muchos se preguntan: ¿outreach, qué es eso? Trabajamos casi los 7 días a la semana, las 24 horas al día, incluyendo días festivos, dependiendo lo que se requiera [a causa de] las pandillas que existen en La Villita”.

Es sabido que en La Villita hay tres pandillas, reveló Paulino Vargas, o Lino como muchos en la comunidad de La Villita lo conocen. “Lo que es la Lawndale hay que guardar raya, de la Lawndale hasta la California hay otra pandilla, y de la California hasta la Damen está la tercera pandilla, que son las más grandes en la ciudad. Se tiene que trabajar con todos, pero no se pueden mezclar, porque hay problema”.  

De hecho, la mayoría de los jóvenes con quienes trabaja Vargas ya son parte de una pandilla, tienen antecedentes por posesión de armas, robo o drogas, entre otros delitos, estuvieron encarcelados y muchos de ellos están en libertad condicional. Con ellos el enfoque es evitar reincidir en crímenes o actos violentos y reiterarles que en cualquier momento pueden perder la vida de continuar inmersos en la violencia.

Otro grupo, al que Paulino Vargas considera preventivo y en el cual cree firmemente como parte de la solución al problema de la violencia, es el de apoyo a niños y jóvenes para guiarlos con empatía y ocuparse de sus necesidades de atención, concentrarlos en actividades recreativas y deportivas, donde puedan expresar sus aptitudes, enfocar sus potenciales y conectarlos con un mentor. Es así como se puede transformar la vida de estos jóvenes.

Efectivamente la labor de Vargas y muchos otros mentores de Centros Nueva Vida es constante, la cual consiste en reunirse con los jóvenes durante las tardes. La relación entre mentor y joven es para conocer sus necesidades básicas sobre dinámicas de familia, lo que aqueja al joven, preocupaciones o sueños personales y a partir de ahí tomar acción y buscar opciones de ayuda para los jóvenes.

Generalmente los niños o jóvenes inmersos en la violencia provienen de familias de escasos recursos que trabajan constantemente y no tienen oportunidad de estar involucrados en el desarrollo de sus hijos. Son niños que, en las pandillas, las calles y el círculo vicioso de la violencia, encuentran un refugio a sus carencias de atención, afecto y falta de oportunidades. Vargas relató: “la mayoría son pandilleros porque sus papás, abuelos, hermanos, tíos, alguien fue pandillero y es la vida que conocen, alguien tiene que venir y ayudar con eso”.

Paulino comentó que sucesivas generaciones radicadas en La Villita han visto cómo su comunidad sigue afectada por la violencia y las tres pandillas que dominan esa área han logrado establecer su territorio y han aprendido a reclutar jóvenes de esa comunidad, ofreciéndoles un sentido de pertenencia, camaradería y fraternidad.

Mantener la paz

Los líderes de Centros Nueva Vida han hecho acuerdos cordiales con las pandillas para permitirles a mentores intervenir con jóvenes inmersos en violencia. Ese pacto con las pandillas es un logro que mantienen reservado y es un tema que prefieren no abordar. Paulino Vargas ha constatado muchas historias de jóvenes que han terminado con ese ciclo de violencia a través de los programas de Centros Nueva Vida, considerando que, en muchos casos, los papás de esos jóvenes eran pandilleros. En La Villita, las pandillas son generacionales, son un legado de odio y peleas entre bandos.

Un papel sumamente importante es el de los Peacekeepers, que forman parte de Centros Nueva Vida. De miércoles a sábado están en la comunidad de 4 de la tarde hasta la madrugada, están listos para intervenir y evitar que los jóvenes salgan a cometer un crimen. Vargas compartió al respecto: “Tenemos los mismos riesgos que un policía, pero sin las armas que ellos cargan, no tengo antibalas, ni pistola, ni whistle para silbar y estamos en las balaceras. Pero los Peacekeepers quieren ver un cambio en la comunidad, sabemos el riesgo, vamos a morir un día, pero por una buena causa”.

Nostálgicamente, Vargas anhela que La Villita logre ser ese barrio seguro, vibrante, lleno de vida, del que se siente orgulloso y en el que también creció. Y reconoció: “crecer en La Villita es más difícil que en otros barrios por la violencia. No me gusta escuchar que la gente se quiere ir de aquí, yo quiero que La Villita se convierta en una comunidad donde toda la gente quiera venir”.  Al mismo tiempo reiteró sobre su barrio que “es un orgullo ser de aquí, me gusta la gente que está aquí, aunque sean pandilleros. La mayoría de los muchachos son amables, solo buscan una oportunidad de hacer algo con su vida”. 

A través de distintas actividades de esparcimiento, intervenciones, manejo de emociones, salud mental, tutorías, clases y mediadores de paz, Centros Nueva Vida ha logrado contribuir positivamente para crear cambios reales en La Villita. Vargas considera que además de la labor de organizaciones como los Centros Nueva Vida, familias, residentes, comunidad, maestros, escuelas requieren ser más compasivos y humanos, no juzgar sin antes conocer la historia de los jóvenes expuestos a la violencia. “Es lo malo, mucha gente que se ha ido del barrio y ha obtenido el éxito, muchos no regresan a decirles a los demás ‘yo también crecí aquí, puedo ayudarte, es posible que tengas éxito’. No están interesados en regresar aquí”, señaló Vargas.

Para Vargas, el hecho de estar vivos, sobrevivir el día a día la violencia en vecindarios como La Villita, es una historia de éxito. Muchos han visto cómo familiares, compañeros de la escuela, vecinos, niños y jóvenes han muerto a manos de violencia. Por ello, para cada niño y joven que vive en barrios marcados por la violencia es un logro estar vivo. La comunidad en general ha entrenado su mentalidad para convivir y superar el trauma de la violencia, sin duda esta comunidad es resiliente. 

Un ejemplo básico de éxito para muchos de estos jóvenes es graduarse de high school, es aprender un oficio técnico. Continuar sus estudios a nivel superior no es siquiera un anhelo o meta porque no hay muchas referencias de esa índole en su entorno cercano. Por tanto, programas con mentores y consejeros como los de Centros Nueva Vida están haciendo la diferencia.

Omar Pérez, boxeador profesional, recibió apoyo de mentores del Centro Nueva Vida y ha logrado éxito en el deporte, apartado de la violencia. (Aileen Ocaña / La Raza)

Puños de esperanza

Ante todas las adversidades causadas por la violencia en La Villita también se pueden enfatizar y promover historias de éxito como la del boxeador profesional Omar Pérez, quien es segunda generación en La Villita. Sus padres vivieron de cerca y experimentaron la violencia desde que nacieron, así que Pérez aprendió desde niño a entender y adaptarse a los constantes episodios de violencia, balaceras y fechorías de pandillas en su vecindario.

Pérez contó: “conozco de amigos que eran pandilleros, estuvieron en la cárcel o murieron, ya no están con nosotros”.  Sus padres le explicaron los peligros y consecuencias, nunca le ocultaron que su entorno era inseguro. Desde ese momento Pérez supo que él quería tomar un camino diferente, nunca le pareció atractivo ser parte de la violencia.

Por esa razón, cuando comenzó a ser parte de las actividades de Centros Nueva Vida, Pérez dedicó su energía en el boxeo. Esta pasión le viene de familia: su abuelo siempre fue un gran fanático del boxeo y Pérez entrenaba constantemente en el gimnasio ubicado en la Calle 23 y Millard. “Llevé 10 o 15 amigos al boxeo, lo intentaron, a algunos sí les gusto y siguen ahí, pero pocos siguieron, fue difícil. El boxeo no es para todos”, contó Pérez.

Para él, 90% de este deporte es concentración mental y disciplina, el resto es desempeño físico y entrenamiento. Dos de sus boxeadores latinos favoritos son ‘Canelo’ Álvarez y David Benavidez y sin duda son una inspiración para seguir mejorando sus habilidades pugilísticas. En 2020 Pérez se graduó de high school y reconoce que la orientación y guía de mentores como Paulino Vargas influyeron positivamente para que continuara enfocado en el boxeo y consiguiera graduarse. El apoyo de sus familiares y de su novia fueron otra gran motivación de vida.

A los cinco meses de haber comenzado su entrenamiento en el boxeo, Omar Pérez ganó su primer cinturón en un torneo. En los últimos 10 años de su carrera como boxeador cuenta con más de 85 peleas en su haber, algunas derrotas lo han motivado para seguir perfeccionando sus técnicas y su sueño es llegar a pelear en Las Vegas y convertirse en campeón mundial. Su más reciente triunfo profesional fue en septiembre pasado, ganando por knock out el título de ‘The Midwest Boxing Showcase’ en Hammond, Indiana. Por ahora, Pérez colabora con los Centros Nueva Vida entregando despensas a familias necesitadas, disfruta de su hija de dos años y confía en poder ofrecer a su familia una oportunidad diferente de vida en un vecindario más seguro. El consejo de Pérez para niños y jóvenes expuestos a la violencia es: “nunca se sientan presionados a hacer cosas, deben tener la visión de seguir su propia ruta y crear su propio camino, así evité muchas cosas”.   

Resistencia y valor

Los Centros Nueva Vida son parte de CP4P (Communities Partnering 4 Peace, Comunidades Asociadas por la Paz), una iniciativa que entiende que existen vecindarios con desafíos para sus residentes y donde se implementan modelos que invitan a sus habitantes a participar en soluciones para controlar las armas y la violencia, trabajando mano a mano con agencias públicas y autoridades. Estos programas también reciben fondos que provienen del municipio de Chicago y de organizaciones importantes, con líderes que apoyan la labor de prevención de la violencia y el rescate de comunidades seguras.

Sobre cómo es que niños o jóvenes tienen acceso a armas de fuego, Paulino Vargas indicó que “es una buena pregunta para el gobierno”, pero el control de armas no es algo en lo que Centros Nueva Vida se enfoque. Ellos trabajan en prevenir la violencia y en rescatar a más jóvenes de ese destino.

La comunidad de La Villita vive el día a día, sus habitantes salen a trabajar, a la escuela, a sus actividades de costumbre, a continuar con sus vidas. Pese a los desafíos y la violencia, sus habitantes son resistentes. Al entrevistar a la señora Maricruz, que atiende un puesto ambulante de fruta y botanas en la calle Pulaski, una de las avenidas más transitadas en La Villita, ella comentó que ha sufrido asaltos con violencia física y ha estado a punto de perder la vida en varias ocasiones. Con sacrificios, igual que muchas otras familias, salió adelante con su hija y ella y sus allegados han experimentado la violencia en este vecindario. Sin embargo, no se van de La Villita porque ahí es donde viven y trabajan, es donde se establecieron desde hace más de 20 años.

Maricruz, quien prefirió no revelar su apellido, explicó que fue difícil, pero encontró la forma de estar pendiente de su hija: “durante las tardes me traía a mi hija al puesto y aquí conmigo hacía su tarea, al terminar nos íbamos a casa”. La señora Maricruz, oriunda de Veracruz, México, consideró que estar al pendiente de los hijos en cada momento es importante para que se aparten de malas acciones y compañías, y dijo que ha visto cómo negocios de La Villita han sido afectados y tenido que cerrar debido a la violencia. No obstante, ella se arma de valor y sale a vender en las calles, sin duda uno de los oficios de más riesgo en este vecindario.

El señor Roberto, quien trabajó por muchos años en el corazón de La Villita y conoce muy bien el vecindario, considera que no toda la obligación de actuar en el tema de la violencia es de las escuelas o las instituciones. “Comienza en casa, hay que saber relacionarse en familia, las dinámicas en el hogar en ocasiones son violentas, de abuso, no hay una relación cordial entre los padres y tampoco con los hijos. Eso es un grave problema que los niños y jóvenes replican en sus escuelas, en las calles, en su comunidad, la práctica de la violencia” aseveró Roberto, quien prefirió reservarse su apellido.

Él afirma que se debe educar a los padres de familia sobre que toda la responsabilidad sobre el tema de la violencia no es necesariamente porque hay pandillas o hay violencia. “Es porque algo sucede en casa”, indicó Roberto. Él también fue víctima de violencia, experimentó la cárcel y ahora se dedica a ofrecer pláticas sobre mejorar relaciones y alejarse de vicios. Se dijo agradecido de tener una segunda oportunidad y la aprovecha ayudando a su comunidad. Pero desafortunadamente, según palabras de Roberto, el tema de la violencia “tiene que ver con la soberbia y egoísmo entre las personas, con el orgullo, no se practica la ayuda mutua para disminuir la violencia y en muchas ocasiones no hay muestras de amor en casa, en el hogar”. 

Las opiniones sobre el estado de la violencia en La Villita son encontradas y muy diversas. Hay quienes resaltan que aun con la inseguridad las familias tienen oportunidades de salir adelante, de lograr historias de éxito, como la señora María, quien desde hace dos décadas radica en La Villita. Ella llegó a establecerse con su familia y ahí encontró una comunidad que de inmediato la hizo sentir como en México, con sus tradiciones, costumbres, vecinos que fueron como familia. Ella reconoce que hay horarios en los que se debe tener cuidado de transitar en las calles, especialmente durante la noche puede tornarse más peligroso. María, quien también optó por no revelar su apellido, tuvo la oportunidad de quedarse en casa y cuidar de sus dos hijos, ambos ya graduados de la universidad con títulos en contabilidad y diseño gráfico, y cree firmemente que el haber estado involucrada en todo momento en la vida de sus hijos hizo la diferencia para alejarlos de las malas influencias.

Una de las observaciones puntuales de María, dijo, es que “especialmente en el séptimo, octavo grado y primero de high school es cuando los niños necesitan más atención, es cuando están más expuestos a pandillas y malas influencias, cuando los niños no están acompañados de un adulto siempre son las presas más fáciles para ser víctimas de violencia, malas influencias o pandillas”. En su opinión, el hecho de que existan programas de mentoría ayuda mucho a los jóvenes a corregirse, pero los papás definitivamente deben participar en los intereses de sus hijos.

Un trabajador de una llantera ubicada en las calles Pulaski y 28 comentó que, recién un día antes, cerca del mediodía se había desatado una balacera ahí, enfrente de su trabajo. “Nadie salió herido, pero situaciones como esa son comunes en esta área”, indicó el residente, quien ha vivido por más de 17 años en La Villita. Al preguntarle si tiene idea sobre la razón de la balacera, respondió que “lo más seguro es que fue cuestión de pandillas, pues qué más”.  Él también, de adolescente, vivió de cerca la violencia y tuvo miedo de terminar como su primo, asesinado a los 14 años, y como otros amigos que también murieron por la violencia. Por fortuna, logró alejarse de las malas influencias y decidió encaminar su vida, ahora teme por su hijo y está enterado de las pláticas y mentorías de organizaciones como Centros Nueva Vida y de la labor que hacen muchas iglesias. Él mismo aprovechó esas pláticas cuando fue adolescente y aplaude que exista asistencia de ese tipo para guiar a los padres de familia con sus hijos, para que los jóvenes tengan más oportunidades de escuchar experiencias de otras personas. Aseguró que uno de los grandes problemas de este país, que ofrece tantas oportunidades, es que los papás se concentran en el trabajo y no tienen tiempo para sus hijos.

Roberto, integrante del grupo de autoayuda Guerreros Chicago. (Aileen Ocaña / La Raza)
Crédito: Impremedia

Violencia en números

Datos recientes del Departamento de Policía de Chicago indican que el Distrito 10, del cual forma parte La Villita, hasta mediados de octubre de 2023 reportó un total de 2,385 quejas de crímenes, que incluyen asesinatos, crímenes sexuales, asaltos y robo de autos, entre otros. De incidentes por balaceras se reportaron 136 quejas. En 2022, el total de quejas por crímenes fue de 1,908 y 175 quejas de incidentes por tiroteos.

Al cierre de este artículo, de acuerdo con datos del portal del gobierno de Chicago, se podía advertir que 2023 superaría el número de víctimas de crímenes violentos. Hasta octubre de 2023, el código postal 60608, que abarca parte de La Villita, reportó 814 víctimas de crímenes violentos por cada 10,000 residentes. mientras que el código postal 60623, que también cubre parte de La Villita, reportó 1,472 víctimas de crímenes violentos por cada 10,000 residentes. En 2022 el total de todos los crímenes violentos en el código postal 60608 fue 709 y en el código 60623 se registraron 1,628 crímenes violentos.

El índice de tiroteos y homicidios en las diferentes áreas es uno de los indicadores principales enlistado en el plan completo de reducción de la violencia de Chicago ‘Our City, Our Safety’ (‘Nuestra ciudad, nuestra seguridad’), que mide disparidades entre vecindarios que experimentan relativamente poca violencia y aquellos que continúan enfrentando ese grave problema. En comunidades mayormente afroamericanas y latinas la violencia ha persistido por décadas debido a cuestiones de raíz como racismo sistemático, falta de inversión en esas comunidades, pobreza, ausencia de servicios sociales y, desafortunadamente, el uso de la policía como solución primaria ha fallado.

Uno de los tantos retos para comunidades como La Villita es tener más ayuda para los jóvenes. Paulino Vargas aseveró que “las cárceles no sirven, el gobierno, la ciudad, tienen que cambiar las leyes para que haya oportunidades para los jóvenes que han tenido antecedentes criminales, hay que ofrecerles educación, entrenamientos para desarrollar sus habilidades y permitirles reintegrarse a la comunidad”.

Para muchos residentes en la comunidad de La Villita, el trauma de la violencia es real y en ocasiones muchas familias que se ven afectadas directamente prefieren mantenerlo en secreto, pero necesitan hablar con profesionales sobre sus experiencias en torno a la violencia, sus miedos y temores, para poder recibir ayuda.

Recientemente se ha notado una apertura más consciente para hablar sobre sus emociones, sobre cómo entender y manejar las lesiones causadas por la violencia. Madres de familia que han perdido hijos a causa de la violencia han forjado grupos de apoyo para aminorar su dolor y evitar más pérdidas humanas.  Paulino Vargas recomienda buscar ayuda, existen distintos programas, grupos de asistencia emocional, recursos con diferentes organizaciones, eventos comunitarios en los que se guía a las personas y se les conecta con diversos servicios. La asistencia es posible.

Para bien o para mal, y teniendo en cuenta lo mucho que queda por hacer para propiciar mayor seguridad y oportunidades, gran parte de las familias que siguen en La Villita y experimentan incidentes de violencia no piensan en mudarse de su vecindario, desean seguir siendo parte de esta comunidad. Aquí tienen sus historias, sus sueños, sus recuerdos. Aquí son felices, se sienten en casa.

Contacto con Centros Nueva Vida

Tres Centros Nueva Vida (New Life Centers) ofrecen el programa de conciliadores en La Villita, Pilsen y Brigthon Park. Centros Nueva Vida también tiene oficinas en Humboldt Park y Midway.

Dirección: La Villita / Pilsen: 2657 S Lawndale Ave. Chicago, IL 60623

Brighton Park: 4155 S Rockwell St. Chicago, IL 60632

Teléfono: 312-736-2466

Correo electrónico: info@newlifecenters.org

Sitio web: newlifecenters.org

Programa de conciliadores newlifecenters.org/en/programs/street-outreach/

Página de Facebook: www.facebook.com/NewLifeCenters

La producción y publicación de este reportaje de La Raza han sido posibles gracias al apoyo del Chicago Community Trust a través de su programa Cross Community Impact.

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