Editorial: Protección de la democracia

El Presidente cree que el Departamento de Justicia es un instrumento para perseguir y callar a sus críticos

El presidente Trump y el fiscal general, Jeff Sessions.

El presidente Trump y el fiscal general, Jeff Sessions. Crédito: SAUL LOEB,NICHOLAS KAMM/AFP/Getty Images

La relación entre el Departamento de Justicia y la Casa Blanca está guiada por las sutilezas que permiten a la agencia federal, a cargo de hacer cumplir la ley, ser independiente de la presidencia, al mismo tiempo que integra el gabinete responsable de cumplir la agenda del mandatario. Este es un detalle demasiado fino para el Presidente Donald Trump, que tiende a ver su poder como ilimitado.

Este lazo dentro del Poder Ejecutivo tiene una larga historia de conflicto. El presidente John Kennedy nombró como Secretario de Justicia a su hermano y director de campaña Robert, quien estaba tan comprometido con el mandatario que en su momento era considerado un “asistente del Presidente”.

El gran cambio sucedió con el caso Watergate, cuando el presidente Richard Nixon ordenó a su Secretario de Justicia despedir al investigador especial que lo presionaba. El funcionario se negó a acatar la orden presidencial, desencadenando una fuerte crisis.

A partir de entonces el Secretario de Justicia, siguió siendo una persona, sí, de cierta confianza del Presidente, pero con el conocimiento que existen divisiones entre ambos. Que hay distintos canales de comunicación entre la Casa Blanca y el Departamento de Justicia. Se reconoció la necesidad imperiosa de mantener la agencia independiente de la política. El mejor ejemplo es el periodo de 10 años -es decir, ajeno al ciclo electoral- que el director del FBI, brazo investigativo de Justicia, cumple en su función.

Trump no puede comprender. Lo demostró al despedir al director del FBI, James Comey, y con el permanente ataque que hace desde su Twitter contra el secretario de Justicia, Jeff Sessions, por abstenerse en participar, a favor de Trump, en la investigación sobre la influencia rusa en la elección de 2016.

Sessions fue el primer senador que respaldó a Trump, junto con los congresistas Chris Collins de Nueva York y Duncan Hunter de California. El respeto a la ley hace que Sessions no bloquee la investigación de Robert Mueller, ni la presentación de cargos criminales contra Collins por supuestamente lucrar con información privilegiada en la bolsa de valores, o contra Duncan por uso personal de fondos de campaña.

Sessions está entre los más fieles implementadores de la agenda de Trump en cuanto a inmigración, entre otras áreas. Pero sabe que tiene prohibido participar en la investigación de una campaña política en la cual él fue integrante.

En el universo de Trump, Sessions no solo debería frenar la investigación de Mueller, así como las de Collins y Duncan, sino también investigar a una larga lista de personas a las que considera enemigos.

El Presidente cree que el Departamento de Justicia es un instrumento para perseguir y callar a sus críticos. Un arma a disposición del rey en vez de un garante del cumplimiento de la ley operado por profesionales independientes del poder político.

El sistema está diseñado para proteger la democracia, no los autócratas.

En esta nota

Donald Trump Editorial james comey Jeff Sessions Política
Contenido Patrocinado
Enlaces patrocinados por Outbrain