Cuatro años sin el ‘Macho’ Camacho

Hace cuatro años uno de los mejores púgiles boricuas de todos los tiempos perdió su última y más importante pelea

Parece un epitafio marcado con rencor en la esquina neutral de los cuadriláteros. Allí donde los peleadores dejan su sangre y gastan su vida. Se lee o se adivina: los grandes boxeadores siempre pierden la última pelea.

Una derrota con sabor a nada, cuando ya no importa, si es frente a un rival en el cuadrilátero o un tropezón con olor a miedo si es en la lucha desigual y titánica que puede llegar a ser la vida; sobre todo si la conviertes, como lo hizo Héctor “Macho” Camacho, en un largo viaje en contravía en el que nunca sabes qué puede pasar en la próxima curva.

Un alerta noticiosa del 22 de noviembre de 2012 informó que el excampeón mundial había sido herido en una balacera, en una acción confusa en la ciudad de Bayamón.

Tras una lluvia de especulaciones en las que se dijo y se desmintió, que Camacho estaba vinculado a negocios del narcotráfico o que había sido parte de una vendetta entre pandillas rivales, por negocios ilícitos, supimos que peleaba por su vida en un hospital de San Juan acompañado de cerca por su familia y por miles de seguidores.

Dos días después, el 24 de noviembre, se consumaría su última derrota, cuando los médicos que lo atendían ya no dieron ninguna esperanza y por autorización de su madre María Matías desconectaron el respirador artificial que le mantenía con vida.

Llamado de la tragedia

En Bayamón, donde había nacido, encontró su final Camacho, que desde niño vivió en Harlem, Nueva York, donde se hizo peleador callejero y a los 15 años ya había estado en un centro de reclusión.

Metido a boxeador ganó tres campeonatos de Golden Gloves, debutó a los 18 años como profesional y cuando tenía sólo 21 años, le ganó a Rafael “Bazooka” Limón el título mundial superpluma en la que sería su primera pelea en la Isla del Encanto.

De ahí en más encontró maneras, y muchas, de construir su imagen de personaje colorido y ruidoso. Intratable. Complicado. Insoportable. Cínico. Loco. Y cabrían más.

Un bocaza de aquellos seguidores de Muhammad Ali, que después de saber que son muy buenos en el box, le toman gusto a lanzar diatribas (sarcasmo, veneno, ironía, burla) contra sus rivales o contra el que sea visible.

Fue uno de esos buscapleitos que se ganan la mitad del respeto del enemigo con su palabrería sin freno, de la misma manera que se ganan el odio sin condiciones de sus detractores y el amor sin reservas de sus incondicionales.

“Macho” se cruzó en el Madison Square Garden con Ali, ya retirado, en las últimas apariciones, del “Payaso de Louisville”. Y luego en su mejor época coincidió con Mike Tyson, otro neoyorquino como él, marcado a fuego por las calles de Pedro Navaja en las que adquirió aquella manera peculiar de hablar, mitad en español y mitad en inglés, como si hiciera todo lo posible para que no le entendieran.

Hizo parte, a muy corta distancia, de una década prodigiosa para el boxeo, cuando aquellos peleadores como Leonard, Hearns, Durán y Hagler, parecían dioses.

Allí cerca se movían otros mortales entre ellos, “Macho” Camacho que se bebió de un sorbo los 80’s con 38 victorias, sin conocer la derrota hasta que en 1991 Greg Haugen le ganó en el Cesars Palace de Las Vegas.

Un espectáculo aparte como peleador, dueño de una zurda virtuosa y una velocidad pasmosa. Vestuarios coloridos, corte de cabello exótico y aquella plaqueta pesada de oro macizo que pendía de su cuello: “Macho-Man”.

Un ‘macho man’

En todo caso un hombre sin miedo, porque si se repasa la lista de rivales de Camacho, pocos han enfrentado a nombres de ese peso específico en el boxeo.

El controversial peleador de Bayamón peleó y perdió con el mejor Julio César Chávez y el mejor De la Hoya.

Y también con el mejor Tito Trinidad perdió la guerra civil boricua en una pelea que no podía ganar.
Pero también le ganó a Vinny Pazienza, “Mano de Piedra” Durán y Sugar Leonard. Y puso en su mochila victorias sobre Rafael “Bazooka” Limón, José Luis Ramírez, Ray “Boom Boom” Mancini y “Chapo” Rosario.

Para la estadística y sólo para eso, también le ganó a Freddie Roach una decisión a diez asaltos en Sacramento.

Hoy, cuatro años después de su muerte en el atentado en el que también murió su amigo de infancia Alberto “Yamil” Mojica, no hay un culpable ni un caso en corte.

La versión de la calle cuenta que los asesinos iban por el amigo de Camacho y de paso lo mataron a él. El hombre equivocado en el lugar equivocado.

Un sujeto de nombre Jesús Naranjo Adorno, con largo historial delictivo fue arrestado poco después de la muerte de Camacho, ya que unos testigos lo vieron en la escena del crimen.

En julio de 2016, el presunto delincuente fue capturado cuando tenía secuestrada a su expareja y a su hijo de un año. Pero no hay un culpable.

Cuatro veces rey

Su registro en el boxeo cuenta que ganó cuatro títulos mundiales en tres categorías distintas. Ya había sido rey de los superplumas en 1983 y en 1985 le gana al mexicano José Luis Ramírez en Las Vegas el título ligero del CMB.

En 1986 destronó en el Garden a su coterráneo “Chapo” Rosario en los ligeros y en 1989 ante Ray Mancini gana el título vacante OIB en los welter juniors (140 libras).

Fue portavoz genuino de aquellos que llevaban un plus de diversión, controversia y descaro sin límites a los ensogados en aquel tiempo de locos fantásticos como Johnny “Mi Vida Loca” Tapia , “Maromero” Páez y el “Príncipe” Naseem Hamed.

Habrá que agregar que a sus desmanes y excesos verbales en lo previo a sus combates y a sus malos tragos en clubes nocturnos donde a menudo terminó calándose a trompadas con más de uno, en 2005 fue arrestado por posesión de extasis; en 2007 fue vinculado con un asalto a mano armada a un tienda de artículos electrónicos en Mississippi.

En 2010 fue denunciado por maltrato a uno de sus hijos. Luego en 2011 estuvo involucrado en un tiroteo en San Juan, aludiendo que le iban a robar su coche deportivo.

Como en el ring, donde nunca fue noqueado, de los tribunales siempre salió ileso, gesticulante, ufano, fogoso, provocador con su comitiva de aduladores al grito de “Macho time, baby”.

Hace cuatro años murió “Macho” Camacho y atrás quedaron 30 años de carrera, que es lo que hay entre 1980 cuando debutó y el 2010 cuando peleó la última vez.

No llegará a saberse si a los 50 años de edad le quedaba algún plan para calzar los guantes, porque después de varios retiros siempre volvía y por ello dejó registros de su guerras en el ring (79-6-3 y 45 KO’s) hasta sus 48 años, cuando fue vencido por última vez en los tinglados.

Aquella vez perdió vestido de boxeador ante un ignoto Saúl Durán, una derrota de aquellas explicadas cuando la porfía le gana la batalla a la razón.

Él no lo sabía, pero le quedaba una derrota más, en la que no hubo fallo que discutir y en la que a falta de anunciador en un cuadrilátero, fue el médico Ernesto Torres, en un frío pasillo del Centro Médico de San Juan, el que se encargó de dar el veredicto: la muerte de Héctor “Macho” Camacho. Hoy hace cuatro años.

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