Empresa en México contrata a mujeres vulnerables y… ¡las cambia para siempre!

El ámbito laboral para las mujeres no es sencillo. Según el INEGI, la mayoría ganan entre $4 y $12 dólares diarios

Reyes Beltrán, a sus 55 años, es independiente y ha logrado tener una casa con esfuerzo propio.

Reyes Beltrán, a sus 55 años, es independiente y ha logrado tener una casa con esfuerzo propio. Crédito: Gardenia Mendoza | Impremedia

MEXICO.- Magdalena Ángel pensó que la muerte de su esposo sería el más duro golpe que le daría la vida hasta que descubrió, con el paso de los días, que de buenas a primeras, era más que una viuda: era una desamparada.

No tenía casa porque el sueldo del difunto taxista solo alcanzaba para rentar; no tenía profesión ni sueldo que alcanzara para dos hijos de 18 y 11 años y, como limpiadora de casas, no tenía contrato, ni seguro social para atención médica o crédito hipotecario.

––Algunos días no tenia ni para la comida––recuerda sobre aquellos días amargos de 2012 cuando se enteró que en la cadena de restaurantes Crispy Waffles necesitaban personal y ella corrió a aplicar para un empleo. Lo encontró como lavalozas.

“Mi vida dio un giro de 360 grados”.

De ese tiempo a la fecha, de limpiar los trastes a ser la responsable de bebidas de los tres restarurantes que la cadena tiene en la capital mexicana,  se compró zapatos y una computadora, terminó de criar a sus hijos, conoció la playa y Colombia ––la cuna del negocio–– y como cereza en el pastel: se compró una casa en septiembre pasado.

Magdalena se toma unos minutos para esta entrevista, entre café y café, agua de Jamaica con anís y otros refrescos; busca en su teléfono celular algunas fotos de la propiedad que compró con un crédito. Y tiene más: un empleo formal.

“A través de su trabajo  y la compresión, las mujeres que contratamos van creciendo”, advierte Cristina Macaya, CEO de la marca en México, quien, junto con su marido Juan Pablo García, trajeron la marca de Sudamérica con una convicción: contratar principalmente a mujeres cabezas de familia y madres solteras. Hoy, el 98% de sus 550 empleados es femenino a pesar de que, tradicionalmente, el mundo de los restaurantes ha pertenecido, aquí, a los hombres.

Magdalena Angel (al frente, a la derecha) logró tener una casa propia producto de su esfuerzo. Detrás de ella (también de blanco), Cristina Macaya, CEO de Crispi Wafles
 Magdalena Ángel (al frente, a la derecha) logró tener una casa propia producto de su esfuerzo. Detrás de ella (también de blanco), Cristina Macaya, CEO de Crispi Wafles. (Foto: Gardenia Mendoza)

El perfil al que apuesta Crispi Wafles es un respiro en el inequitativo mundo laboral femenino, una oferta y demanda que se complica aún más para las madres.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI), la mitad de ellas ganan apenas entre uno y tres salarios mínimos al día (esto es, entre $4 y $12 dólares) y el 44% no tienen prestaciones sociales, lo cual, las excluye de cualquier aspiración.

“Ni siquiera se atreven a soñar”, subraya Macaya. “Cuando nos dimos cuenta de esto comenzamos a empujarlas, a que logren metas cada tres meses y así comienzan a ser más fuertes y, por tanto, a hacer más fuertes a las familias, ¿hay algo más que una familia fuerte?”.

Por ello la empresa determinó contratarlas con dignidad: salarios justos, respeto a los horarios de trabajo, a las vacaciones y bonos por productividad, puntualidad y todos esos incentivos que se da en las mejores compañías del mundo más allá de su nivel educativo.

En México, solo 3 de cada 10 madres tienen educación superior; el 80% no tienen servicios de guardería y la mayoría (97%) son subordinadas o autoempleadas con ingresos mínimos.

Wendy Nares sobre su trabajo: "Colapsaría sin él"
 Wendy Nares sobre su trabajo: “Colapsaría sin él”. (Foto: Gardenia Mendoza)

María Cristina Gonzalez era una de ellas cuando empezó a trabajar en la empresa hace 19 años, poco antes de la apertura del primer Crispy Waffles. Ahora, casi pisando el medio siglo de edad, como mesera senior (coordinadora), propietaria de una casa y madre de una socióloga a quien formó a base de tesón, afirma: “Me va mejor que cuando me fui de migrante a San Diego”.

El empoderamiento no ha sido fácil. Entre ellas saben que algunas tuvieron que desistir porque el marido no quería que trabajara o por problemas de género como violencia intrafamiliar aunque hay una psicóloga de la empresa que les ayuda.

En otros casos, los esposos asumieron el poder de decisión que el trabajo da a sus mujeres. “A mi me gusta irme de viaje al extranjero y a él visitar su pueblo en Guerrero y por eso acordamos que cada quien hiciera sus planes de vacaciones”, dijo Reyes Beltrán, cocinera.

Con una agenda más común, Wendy Nares y su pareja juntan sus salarios y organizan todo a la mitad y hasta les alcanza para irse a conciertos de metal sinfónico, a Vallarta y otros gustos ya que sus hijos son adultos. “Si yo no trabajara colapsaría: es lo mejor que me ha pasado”, precisa Wendy con una sonrisa en los labios, camino a servir el capuchino perfecto que lleva con un corazón sobre la charola.

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