Sierra & Tierra: Nadie es desechable

Javier Sierra es columnista del Sierra Club. Sígalo en Twitter @javier_SC

Morfología del coronavirus

Esta ilustración, creada en los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), revela la morfología ultraestructural exhibida por los coronavirus. Crédito: Alissa Eckert, MS; Dan Higgins, MAMS/CDC | Cortesía

Con la pandemia del COVID-19 llegó otra peste —la larga lista de supuestos expertos que nos tratan de vender el concepto de gente desechable para justificar sus peligrosos planes de reabrir la economía.

Mehmet Oz, llamado Dr. Oz, defendió la reapertura de las escuelas del país que “solo nos costaría una mortandad del 2% a 3%” de los estudiantes, calificándola de “apetitosa oportunidad”.

El vicegobernador de Texas, Dan Patrick, sugirió que los ancianos del país deberían estar dispuestos a “arriesgar [sus vidas]” a cambio de salvar la economía. Etc., etc., etc.

Esta atroz mentalidad medieval obvia que en Estados Unidos el saldo mortal del COVID-19 sobrepasó los 70,000 muertos, que ya tenemos 1,1 millones de infectados y que somos el epicentro mundial de la pandemia.

La propia administración Trump predice que para primeros de junio, el virus matará a unas 3,000 personas al día.

Este impulso a reabrir a cualquier precio también ignora que nosotros los hispanos y otras comunidades de color sufrimos desproporcionadamente este flagelo:

  • En Nueva York, el índice de muertes per cápita entre los hispanos es el más alto de la ciudad y el doble que entre los blancos.
  • En Nueva Jersey, casi el 30% de los infectados es hispano, mientras que son solo un 19% de la población.
  • En el estado de Washington, el 25% de los infectados es hispano, con solo un 13% de la población.

La situación es muy similar a las consecuencias de otra plaga que lleva décadas castigando a mi comunidad —las injusticias ambientales, el bombardeo tóxico del que es objeto por todo el país.

Un sondeo nacional del Sierra Club reveló que el 40% de los votantes hispanos vive peligrosamente cerca de un lugar tóxico. Los ejemplos de este abuso abundan:

  • La demolición de una dilapidada planta de combustión de carbón en Chicago cubrió un barrio hispano con una nube de polvo tóxico.
  • También nubes de polvo tóxico llevan años enfermando a las comunidades desproporcionadamente hispanas a orillas del Salton Sea, en California.
  • Los accidentes e incendios en el mayor conjunto de instalaciones petroquímicas del país en Houston afectan directamente a los barrios hispanos que lo rodean.

En medio de la peor catástrofe médica y económica en un siglo, hay hambre de solidaridad y gentileza. Como las ovaciones espontáneas que millones de personas dedican a los trabajadores de salud desde sus ventanas. O las miles de personas que enviaron tapabocas hechos a mano al gobernador de Nueva York para repartirlas entre su castigada población.

Porque en este mundo no hay nadie desechable.

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