El lugar donde hasta bañarse o lavarse los dientes es un peligro

Así es la vida en el glaciar Siachen, el campo de batalla más alto del mundo

El glaciar Siachen, en el norte de Cachemira, es conocido como el campo de batalla más alto del mundo: tanto India como Pakistán pelean por el territorio y aseguran que tienen miles de solados posicionados ahí.

Y este lugar es ciertamente letal, pero no tanto por la pelea entre estos dos países -acérrimos enemigos y poseedores de armas nucleares- sino por el frío extremo, lo abrupto del terreno y por la soledad en la que se vive.

Aquí los héroes no se hacen bajo una lluvia de balas del enemigo, sino que se curten por el duro terreno y el clima extremo.

Las altitudes van entre los 4.000 y los 6.700 metros.

Y la mayoría de las muertes se deben a las bajas temperaturas, caídas a las grietas o las avalanchas.

Campamento militar indio en el glaciar Siachen
Se estima que más de 5.000 soldados han perdido la vida en el glaciar. AFP/Getty Images

India y Pakistán han enfrentado varias guerras desde su Independencia de Gran Bretaña en 1947 y su posterior Partición.

La batalla en Siachen comenzó en abril de 1984 y, desde entonces, entre los dos países han perdido unos 2,500 soldados en el glaciar, según cifras oficiales.

Las cifras no oficiales dicen que podrían ser hasta 5,000.

Y se estima que, de estas muertes, un 70% se deben a las condiciones del terreno.

De hecho, desde que se firmó un acuerdo de cese al fuego en Noviembre de 2003, ni un soldado ha muerto por heridas de guerra.

“El mayor enemigo de los soldados es la naturaleza, el clima frío y la falta de oxígeno”, asegura un médico y veterano de guerra paquistaní. Como muchos de los entrevistados, prefirió no decir su nombre.

El incidente en que se han perdido más vidas fue una enorme avalancha que sacudió el lado paquistaní hace cinco años. 140 soldados quedaron enterrados bajo piedras en los cuarteles centrales del ejército en Gayari el 7 de abril de 2012.

El año pasado India sufrió un incidente similar. Una pared de hielo se desgajó sobre uno de sus puestos y mató a nueve soldados.

Pero estas pérdidas no han logrado que los países retiren a sus tropas.

Desde el acuerdo de cese al fuego en 2003 los soldados tienen poco que hacer en el glaciar. Pasan entre cuatro y seis horas al día cuidando sus puestos o haciendo rondas. Mientras que el simple día a día en ese lugar posee grandes riesgos para su sobrevivencia.

Difícil respirar

Las temperaturas promedio son de -20 grados centígrados y pueden bajar hasta -50 en el invierno. Y el viento puede empeorar más las cosas.

Aún así, el mayor problema es la falta de oxígeno. “El poder respirar se da por hecho. Pero aquí es una de las cosas más difíciles de hacer”, dice un militar que acaba de volver de una base ubicada a 5,480 metros de altura en la que pasó ocho meses.

Actividades tan triviales como rasurarse, ir al al baño o lavarse los dientes representan un peligro en estas alturas. El agua está tan fría que puede congelar el cuerpo y causar que se tenga que amputar algún miembro.

La preparación de la comida lleva todo el día porque lleva horas cocinar lentejas y arroz.

Paisaje de Siachen.
“Estás en el techo del mundo y a la vez terriblemente sólo”, dice un soldado sobre vivir en el glaciar. BBC Mundo

Aamer Islam, el subcomandante para la brigada 323 del ejército de Pakistán en Siachen, dice que los soldados tienen que someterse a un entrenamiento muy riguroso.

Aprenden a aclimatarse, primeros auxilios, a escalar y moverse de un lugar a otro evitando las temidas grietas de las montañas.

“Los soldados deben aprender a hacer sus tareas con muy poco oxígeno“, asegura.

Línea de vida

Idealmente los soldados deben rotar de puesto cada 45 días, especialmente los que están en lugares de mayor altitud. Pero esto no siempre es posible debido al clima.

Sin electricidad o gas, las tropas dependen en keroseno. “Este combustible es la línea de vida de los puestos. Lo usamos para calentar nuestras habitaciones, cargar nuestros teléfonos, derretir hielo y hervir agua. Es nuestra única fuente de energía”, dice el subcomandante.

Entre los equipos básicos de los soldados debe haber tanques de oxígeno, cuerdas, hachas para el hielo. Sus botas para el hielo pesan casi 10 kilos.

Los suministros deben durar hasta 12 meses. El oficial médico dice que las comidas difícilmente se pueden tragar.

“Para empezar, da poco apetito”, dice. “Durante las dos primeras semanas de mi guardia tenía náuseas cada vez que comía. Cuando volví a casa había perdido 22 kilos”

El doctor asegura que no hay privacidad. Los espacios son muy pequeños y tienen que acomodar entre seis y ocho personas. “Pasamos tanto tiempo juntos que hablamos y hablamos todo el tiempo. Nos contamos todas nuestras vidas desde el nacimiento”, dice.

Sin señales de vida

La altura causa a los soldados mareos, fatiga, pérdida de apetito, inflamación de los pulmones y el cerebro Además, insomnio, pérdida de memoria y depresión.

“El sentimiento de aislamiento hace que la gente se deprima y enferme”, dice el doctor. “Estás en el techo del mundo y a la vez terriblemente solo. Sólo ves nieve y ninguna señal de vida”.

Otro soldado, originario de Multan, en Pakistán, cuenta que su padre murió a las dos semanas de que él llegó al glaciar. No pudo ir a su funeral.”Una vez que estás aquí, es difícil irte. Tuve que hacer mi luto aquí”, dice.

Por si fuera poco, también hay riesgos imprevistos. A principios del año, un oso mató a uno de los militares. “Cuando el oso lo atacó gritó por ayuda. Otro soldado vino a su rescate, pero el oso también lo atacó”, asegura. El primero murió y el segundo perdió una mano.

A veces, sin embargo, los militares tienen una oportunidad para celebrar. Muhammad Shafiq, un soldado en un puesto a 4,800 metros dice que siguió por radio un reciente torneo de críquet en Inglaterra en el que Pakistán le ganó a India la final. Dice que tras la victoria él y sus colegas cantaron y bailaron toda la noche.

A veces los hombres leen libros, juegan cartas o juegos de mesa. Algunos se juntan para cantar o tocar la flauta.

El doctor dice que esas “pequeñas alegrías” es todo lo que tienen.

“De otra forma, todos sufriríamos depresión aguda. Luchar una guerra a esta altura es perturbador. Es una locura“, dice.


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