“Tratar” e “intentar”, dos verbos sin compromiso

El temor a fallar o equivocarnos, es una de las principales causas de abandono de los proyectos

Según un estudio del psicólogo canadiense Pier Steel, son cuatro los factores que determinan la tendencia a posponer una tarea./Shutterstock

Según un estudio del psicólogo canadiense Pier Steel, son cuatro los factores que determinan la tendencia a posponer una tarea./Shutterstock Crédito: Shutterstock

¿Cuántas veces decimos “voy a tratar de…”, pero en el fondo del corazón sabemos que no lo haremos? Cuando solo “tratamos” de hacer algo, el corazón no está del todo involucrado en el resultado.

Siempre digo que los verbos “tratar” e “intentar” son un pantano del ego para no asumir el 100% nuestra responsabilidad personal.

La mejor excusa que podemos dar al Universo es luego decir “yo lo intenté”, cuando en realidad no hicimos que pasara. Así nos sentimos salvados de hacernos cargo, para seguir nuestra vida de procrastinación.

Según un estudio del psicólogo canadiense Pier Steel, son cuatro los factores que determinan la tendencia a posponer una tarea. El primero es la expectativa (¿seré capaz?) y luego está la valoración (¿me gusta?). En tercer lugar, la impulsividad (¿consigo enfocarme?) y, finalmente, la demora de la satisfacción (¿cuándo recibiré la recompensa?).

Otro punto importante a considerar es el afán por el perfeccionismo, que nos acerca a padecer la “parálisis por análisis”. Esto es, esperar a que las condiciones sean “perfectas” para poder actuar, lo que nos va llevando a posponer y demorar nuestras metas.

El temor a fallar o equivocarnos, es una de las principales causas de abandono de los proyectos.

Hay que recordar la tríada mente, corazón y cuerpo, ya que, cuando el miedo a emprender nos paraliza, generalmente está relacionado con alguna creencia limitante preexistente, a la que le dimos más espacio del que deberíamos.

Entonces, lo primero es identificar la causa que nos está llevando a posponer esa labor. En esa medida, podremos concretar un plan de acción para desarrollar actitudes e instalar nuevos hábitos que nos permitan corregir.

Sustituyamos esas dos palabras por “voy a hacer” o “me comprometo a”, pero siempre desde el corazón. Entonces la energía comenzará a fluir de otra manera.

Las palabras que elegimos para expresarnos nos pueden encaminar hacia los objetivos o desviarnos de la meta. Además, la mente no entiende de ambigüedades ni de metáforas. En la medida en que seamos claros, la energía se enfocará hacia el logro que anhelamos.

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