Cuba abstracta: geometrías insulares

Solo quedan tres días para apreciar la muestra retrospectiva que recorre ocho décadas de abstraccionismo geométrico en la isla caribeña a través de las obras de Amelia Peláez, Loló Soldevilla y Zilia Sánchez.

Con el revival del abstraccionismo geométrico que ha devuelto prominencia a la obra de Carmen Herrera, José Rosabal —ganador recientemente del 57 Premio Internazionale Bugatti-Segantini 2016— o Waldo Balart, una exhibición como Diálogos constructivistas en la vanguardia cubana: Amelia Peláez, Loló Soldevilla y Zilia Sánchez, curada por Ingrid Elliott para Galerie Lelong de Nueva York es, más que oportuna, necesaria para entender que en Cuba existe una sólida tradición del abstraccionismo geométrico que no se construyó en dos días ni es otro de los milagros de la revolución de 1959, sino todo lo contrario, a partir de esa fecha comenzó un largo (co)lapso que llega a nuestros días.

Amelia Peláez Naturaleza muerta,1949 Óleo en papel sobre lienzo (96.5 x 66 cm) © Amelia Peláez Foundation. Cortesía Amelia Peláez Foundation
Amelia Peláez. Naturaleza muerta, 1949. Óleo en papel sobre lienzo (96.5 x 66 cm) © Amelia Peláez Foundation. Cortesía Amelia Peláez Foundation.

En la muestra retrospectiva que recorre ocho décadas de arte concreto en Cuba, “narrada” por tres artistas cardinales dentro del arte del siglo XX cubano, puede seguirse la ruta de esta práctica estética de rompimiento con las vanguardias tradicionales, especialmente durante las décadas de fomento y apogeo, en las que coexistieron diferentes correlatos, advirtiendo aquello que las une y también lo que las separa, así como esas afinidades e influencias, que son las mismas que dividen en dos mitades en permanente pugna a la cultura cubana: filias y fobias de Europa y la pujante cultura estadounidense.

Boceto mural Habana Libre, 1956-57 Tempera sobre paper (40 x 140 cm) © Amelia Peláez Foundation. Cortesía Amelia Peláez Foundation
Amelia Peláez. Boceto mural Habana Libre, 1956-57. Tempera sobre paper (40 x 140 cm) © Amelia Peláez Foundation. Cortesía Amelia Peláez Foundation.

La obra más representativa de Amelia Peláez deriva del cubismo, siguiendo una trayectoria similar a la de Wifredo Lam, pasando la luz tropical por el tamiz de las estéticas vanguardistas, hasta adquirir esa visualidad singular que la ha convertido en símbolo a veces festinado de cubanía, una obra en la que confluyen interiores abatidos, columnas, portales y vitrales de mediopunto, esos “enormes abanicos de cristales” como los llamaba Alejo Carpentier, que crean portentosas alfombras de luz sobre los elaborados mosaicos y baldosas coloniales cubanas, insinuando composiciones cubistas avant la lettre, collages prepicassianos. Sus naturalezas muertas al gouache y al óleo son apoteosis de vivos colores, sus cerámicas pintadas a manos urnas que contienen el universo.

Loló Soldevilla Sueño astral, 1957 Medios mixtos en madera (77.5 x 100.6 x 3.2 cm) © Loló Soldevilla. Colección privada, Miami. Cortesía Tresart, Miami.
Loló Soldevilla. Sueño astral, 1957. Medios mixtos en madera (77.5 x 100.6 x 3.2 cm) © Loló Soldevilla. Colección privada, Miami. Cortesía Tresart, Miami.

Loló Soldevilla, figura instrumental en la formación y promoción del movimiento concreto en Cuba, sigue una trayectoria paralela a la de Amelia, con una fecunda estancia parisina donde recibió reconocimiento y apoyo de figuras como Jean Arp y el influyente crítico de arte Georges Boudaille, quien escribió sobre su obra: “Los estables y móviles de Loló van más allá de Calder y González, enfatizando su certera personalidad”. Influenciada en parte por los tableaux relief de Sophie Taeuber Arp y la liberación espacial y los counter-relief de Tatlin, no deja por ello de ser auténtica y renovadora, especialmente en el contexto del arte latinoamericano.

Loló Soldevilla Stabile, 1954 Metal y madera (40.6 x 49.5 x 8.9 cm) © Loló Soldevilla. Colección privada, Madrid. Cortesía Latin Art Core Gallery, Miami
Loló Soldevilla. Stabile, 1954. Metal y madera (40.6 x 49.5 x 8.9 cm) © Loló Soldevilla. Colección privada, Madrid. Cortesía Latin Art Core Gallery, Miami.

Las telas esculturadas de Zilia Sánchez compiten con Lee Bontecou, de quien es contemporánea, en esa proyección tridimensional forzando y desestructurando el formato tradicional. Donde Bontecou esculpe y crea naturalezas cavernosas, arquitecturas orgánicas, ingenierías de un futurismo distópico, Zilia despliega una poética de los materiales totalmente distinta, enfatizando en su estilo más minimalista que orgánico, con composiciones duales de sutileza asiática, que se acoplan, danzan, turgentes, eróticas, en tonos pasteles, firmes como pechos, esbozos de cuerpos maniatados que batallan por detrás de la tela. En Zilia persiste esa vocación bicromática, esa Cuba lunar —en contraposición del estereotipo solar—, que también se advierte en la obra de Loló.

Zilia Sánchez Lunar tatuado, c. 1968/96. Acrílico sobre lienzo estirado (180.3 x 182.9 x 30.5 cm) © Zilia Sánchez. Cortesía Galerie Lelong, New York.
Zilia Sánchez. Lunar tatuado, c. 1968/96. Acrílico sobre lienzo estirado (180.3 x 182.9 x 30.5 cm) © Zilia Sánchez. Cortesía Galerie Lelong, New York.

Desafortunadamente, como aún sucede con artistas de otras latitudes, la obra fundamental de Zilia Sánchez está ausente de la importante muestra Revolution in the Making: Abstract Sculpture by Women, 1947-2016, curada para Hauser Wirth & Schimmel por Paul Schimmel y Jenni Sorkin, que se exhibe hasta el 4 de Septiembre en Los Ángeles, y en la que por derecho propio se merecería un lugar. Ejemplo mínimo de la ignorancia centro-hegemónica, así como de los vacíos y lugares comunes sobre los que, a pesar de la globalización de la información y el conocimiento, aún se sigue construyendo el pseudocanon del arte.

Zilia Sánchez. Amazonas, 1993. Acrílico en lienzo estirado (133.4 x 106.7 x 27.9 cm) © Zilia Sánchez. Cortesía Galerie Lelong, New York.
Zilia Sánchez. Amazonas, 1993. Acrílico en lienzo estirado (133.4 x 106.7 x 27.9 cm) © Zilia Sánchez. Cortesía Galerie Lelong, New York.

Como destaca Elliott en su ensayo, a diferencia de la mayoría de los artistas concretos ‘puros’, para las abstractas cubanas “lo concreto y lo efímero confluyen en una preocupación primordial por la arquitectura, que incluye el diseño de estructuras constructivas que a su vez organizan las entidades intangibles del espacio y la luz”.

Es a ese universo geométrico original, columna ósea y síntesis del mundo material, al que Galerie Lelong dedica su conversación entre las influyentes artistas cubanas.

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