Expertos acuden a la ciencia para ayudar a prevenir actos terroristas

Expertos buscan impedir que los terroristas puedan reclutar seguidores entre las personas más vulnerables

WASHINGTON.- Desde los tiempos bíblicos, las autoridades han intentado descifrar si un terrorista “nace o se hace”, y los atentados de este miércoles en Afganistán y en Londres la semana pasada, no han hecho más que atizar el debate sobre cómo identificar y prevenir el “cáncer” del terrorismo.

Ambos atentados han generado tanto solidaridad con las víctimas como el repudio de la comunidad internacional, que intenta frenar a grupos extremistas que se escudan detrás de una religión o ideología para avanzar su agenda.

El atentado de hoy con coche-bomba en Kabul dejó al menos 80 muertos, y el del pasado 22 de mayo durante un concierto de Ariana Grande en Londres, atribuido al grupo extremista islámico ISIS, dejó 22 muertos, en su mayoría jóvenes.

Ante el impacto del terrorismo de grupos como ISIS o Al Qaeda en la economía y la seguridad ciudadana de los países en su mira, los expertos suman esfuerzos para estudiar la “psicología de la radicalización”, y encontrar formas de impedir que los terroristas sigan reclutando a niños, jóvenes y mujeres, entre poblaciones vulnerables.

Esto es como la lucha contra el cáncer, porque el terrorismo aparece en muchas formas, en muchos sitios, y la respuesta y los tratamientos tienen que adecuarse. El terrorismo se remonta a los tiempos bíblicos, y ahora se ha vuelto endémico… sin duda, se tienen que tomar en cuenta los factores culturales“, explicó a este diario Earl Tilford, experto en grupos extremistas en el “Centro de Visión y Valores” del “Grover City College” de Pensilvania.

“Pero no todos los terroristas son personas marginadas, aunque las utilizan… en los territorios ocupados, reclutan a jóvenes para atentados suicidas, les prometen sustento para sus familias, los llevan de compras, y les hacen una gran fiesta la noche anterior”,  agregó.

La expansión del terrorismo

Según un informe de la empresa británica Aon Risk Solutions, publicado el mes pasado, hubo un total de 4,151 ataques terroristas en el mundo en 2016, un incremento del 14% sobre los 3,633 del año anterior.

EEUU tiene un riesgo de terrorismo “moderado”, y en 2016 las autoridades registraron 153 víctimas de ataques terroristas.

En el mundo occidental en general, el incremento fue del 174%, de 35 ataques en 2015, a 96 el año pasado, además de que esta región tuvo un aumento del 25% en muertes vinculadas con el terrorismo.

El 41% de los atentados internacionales tenían como objetivo intereses comerciales, y esa tendencia continúa este año.

ISIS, un grupo extremista que busca restablecer un califato en Medio Oriente, se atribuyó en 2016 un rosario de atentados en 29 países, diez más que en 2015, pese a que ha venido perdiendo militantes y territorio en Irak y Siria.

¿Un terrorista nace, o se hace?

El proceso de “radicalización” es complejo e incluye factores políticos, económicos, religiosos, sociales, y culturales, además de cambios notorios en la conducta, vestimenta, y círculo de amistades de los presuntos terroristas.

No hay pruebas de que el terrorismo se trae en las venas, aunque hay componentes psicológicos que facilitan la “radicalización”, como la necesidad de pertenencia, la sed de justicia social, y la idea de que “el fin justifica los medios”, incluyendo la violencia política.

Sean terroristas en Europa, Medio Oriente, Asia, Africa o América Latina, sus métodos se adaptan a las condiciones sobre el terreno y, como en siglos anteriores, sus metas no cambian: estos grupos buscan infundir el miedo, recabar más apoyo y cobertura mediática a sus causas, e imponer su visión del mundo.

Incapaces de movilizar a ejércitos enteros debido a limitaciones financieras, los extremistas recurren a métodos de guerrilla urbana, con células independientes que encuentran un “caldo de cultivo” en jóvenes manipulables, en zonas marginadas o entre poblaciones opuestas a la cultura de Occidente.

Recetas contra la “radicalización”

La mayoría de los países ha fijado su atención en el encarcelamiento o la eliminación de grupos radicales, aunque también reconoce la urgencia de estudiar a fondo el “imán” del terrorismo, y cómo florece y logra, a través de argumentos religiosos o nacionalistas, seducir a jóvenes para que empuñen un arma o cometan ataques suicidas.

En un artículo publicado hoy en la revista “Nature”, Daniel Koehler, analista en la Universidad de George Washington y director del Instituto Alemán sobre Estudios de Radicalización, explicó que las campañas militares pueden derrotar a grupos extremistas, pero no los eliminarán por completo.

A su juicio, las estrategias militares no arrancan de raíz la atracción psicológica e ideológica de esos grupos, y tampoco contrarrestan la “radicalización violenta” que produce nuevas generaciones de militantes “comprometidos”.

Eso explica por qué, en la actualidad, existen entre 40 y 50 programas de “alto perfil” para “combatir el extremismo violento” (CVE, por su sigla en inglés) en el mundo, con el objetivo de “intervenir y desmantelar el vínculo físico y psicológico” de las personas con grupos extremistas.

Sin embargo, se trata de un área de investigación en pañales y sin claros parámetros para evaluar la eficacia de los programas contra la “radicalización”, advirtió.

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