Peña dibuja un país de ensueño; pero la ciudadanía ve otra cosa y lo castigó

El mandatario mexicano rindió su sexto y último informe de gobierno

Enrique Peña Nieto, presidente de México.

Enrique Peña Nieto, presidente de México. Crédito: Presidencia

MÉXICO – Ingresó al Patio Central de Palacio Nacional en medio de aplausos, perfectamente peinado y con el rostro altivo. Enrique Peña Nieto, Presidente de la República, llegó dispuesto a presumir un México de avanzada, con menos pobres y exitosas reformas estructurales que logró concretar gracias al Pacto por México.

Pero a pesar de la exitosa gestión que dibujó, fue recibido por la oposición: Porfirio Muñoz Ledo y Martí Batres Guadarrama, líderes en el Congreso de la Unión y ambos también miembros del partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena), la fuerza política que hundió al Partido Revolucionario Institucional (PRI), en las elecciones del 1 de julio.

Así, flanqueado por sus opositores arrancó su Sexto Informe. Con Luis Videgaray Caso, actual Canciller mexicano y amigo cercano a dos lugares de distancia de Muñoz Ledo, y un Alfredo del Mazo Maza, Gobernador del Estado de México, su compañero de grupo político, Atlacomulco, y su primo, sentado en solitario entre los gobernadores que asistieron al evento.

“Los hechos, respaldados por cifras verificables, deben de ser el criterio principal para evaluar una administración. Los hechos y las cifras dan cuenta de una transformación profunda en muchísimos ámbitos de la vida nacional. Y también revelan, hay que decirlo, la persistencia de rezagos y desafíos que no logramos superar a pesar de los esfuerzos realizados”, fueron las palabras con las que abrió su último informe como titular del Ejecutivo federal y que auguraban el tono alegre de su discurso.

El aún Presidente en funciones apeló a los datos y en su primer minuto de discurso afirmó que la transformación de México se logró gracias al Pacto por México, “un acuerdo inédito que permitió concretar una audaz agenda de cambios profundos”.

Atrás de Martí Batres, en la fila de los gobernadores, a la izquierda de Peña Nieto, se sentó un ferviente defensor, en su momento, de ese Pacto por México: Graco Ramírez Garrido Abreu, Gobernador de Morelos, uno de los principales miembros de “Los Chuchos”, la corriente interna del Partido de la Revolución Democrática (PRD) que firmó el acuerdo de mano de Jesús Zambrano Grijalva –entonces dirigente nacional de la fuerza política–, cuya firma le valió al Sol Azteca una fractura que desencadenó en su desmoronamiento y declive.

Un Pacto por México que llevó a múltiples liderazgos perredistas, incluido a su líder moral Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, a abandonar las filas del partido por considerar que había perdido su rumbo de izquierda, y a sumarse, en la mayoría de los casos, al entonces partido en ciernes Morena.

SIN INMUTARSE AL HABLAR DE POBREZA

Pero Peña Nieto continuó con su discurso triunfal. Del Pacto por México siguió un desfile de reformas que, dijo, fueron su mayor aportación al país: la laboral, la energética, la fiscal, la educativa en medio de aplausos y más aplausos.

Entonces el Sexto Informe de Gobierno se convirtió en la alternancia de un poco de discurso y 10 minutos de audiovisual por capítulo. El Presidente bajaba y subía al estrado.

Hablaba con contundencia sobre la disminución de la pobreza: “Más de dos millones de mexicanos salieron de la pobreza extrema”, presumió en medio de un torrente de aplausos de su Gabinete, de los gobernadores y de la concurrencia. Luego dio paso al video en cuestión, ahí se veía a un Enrique Peña Nieto sonriente abrazado a una viejita, sonriente junto a niños de zonas marginadas, sonriente al lado de la ama de casa, con un campesino, en un comedor escolar.

Peña Nieto sonreía, triunfal, en cada uno de los audiovisuales temáticos: apoyo al campo, inversión en infraestructura, estabilidad política, social y económica, la inflación más baja de un sexenio en 50 años…

El suyo fue “el sexenio del empleo y del salario mínimo”, el que presentó las “cifras históricas con crecimiento en todos los trimestres”, algo que, comparó, los cuatro sexenios anteriores no lograron.

Así lo dijo frente a los hombres más ricos de México que celebraron con él la historia de éxito que iba narrando: Carlos Slim Helú y Germán Larrea Mota Velasco, el hombre rubio de nariz aguileña con un grano rojo en la punta que escuchaba con detenimiento entre la concurrencia, dueño de Buenavista del Cobre la mina que contaminó el Río Sonora en 2014 con 40 mil metros cúbicos de ácido sulfúrico y que también salió triunfante de la que fue catalogada la “tragedia ambiental más importante de la historia de la minería en México” ocurrida durante el sexenio que está por concluir.

A Peña Nieto no le tembló la voz para afirmar que cumplió con el 97 por ciento de sus 266 compromisos firmados ante notario público. Ni cuando aseguró que disminuyeron las carencias sociales en todos los rubros gracias a programas exitosos como la controvertida Cruzada Nacional contra el Hambre que instrumentó Rosario Robles Berlanga, entonces Secretaria de Desarrollo Social.

Según sus datos triunfó sobre la pobreza en México. Pero según uno de los estudiosos de la pobreza más brillantes de México, que incluso desarrolló un método propio para medirla utilizado por el Gobierno del Distrito Federal durante la gestión de Marcelo Ebrard Casaubón, los números de la pobreza en el país se manipularon para que a Peña Nieto le salieran las cuentas qué presumir.

LA HORA DE LOS BOSTEZOS

Durante su presentación, que duró una hora y media, el Presidente de la República sólo trastrabilló en contadas ocasiones. Se le trabó la lengua al expresar su reconocimiento a los miembros de la Procuraduría General de la República (PGR) y del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen). Llevaba de corrido su discurso de memoria y al tropezarse se sonrojó y dejó ver una casi imperceptible sonrisa, momento incómodo que fue opacado por los aplausos y el arranque de un video que duraría otros 10 minutos.

Casi al final de su discurso, aprovechó los momentos en que enviaba al audiovisual para beber agua y mojarse los labios, mientras Silvano Aureoles Conejo, Gobernador de Michoacán, y Omar Fayad Meneses, mandatario de Hidalgo, no dejaban de cuchichear a un lado de un inmóvil Alfredo del Mazo, que pasó la mayor parte del informe erguido, con la mirada hacia el frente.

Para esa hora, cuando Peña Nieto estaba a punto de concluir, no había emociones desbordadas. Algunos gobernadores y miembros de su Gabinete bostezaban, se tocaban la nariz, las orejas y se movían en sus sillas.

“Juntos hemos cumplido, México tiene resultados tangibles. México es en última instancia de los mexicanos, no de un Gobierno, mucho menos de una persona. El éxito les corresponde a todos. México ahora está listo para seguir creciendo y desarrollándose en los próximos años”, dijo Peña Nieto.

Al final, el Presidente saliente miró a la cámara: “Servir a México es y ha sido siempre mi máximo orgullo y mi mayor pasión”, afirmó.

“En este mi último informe de Gobierno quiero dejar constancia de mi profunda gratitud”, dijo. Entonces Peña Nieto volteó hacia abajo y empezó a leer por primera vez desde que inició con su informe: “en primer lugar a mi esposa Angélica, por la compañía, la fortaleza y el apoyo permanente que incondicionalmente me ha dado”.

Siguió leyendo: “Gracias a nuestros hijos: Paulina, Sofía, Alejandro, Fernanda, Nicole y Regina por su cariño, su alegría, la que me contagian todos los días, por comprender el tiempo que les tocó vivir y estar siempre a mi lado”.

Angélica Rivera, la Primera Dama; Sofía, su hija mayor; y Paulina, la primogénita de Peña Nieto lloraron con el agradecimiento. Luego, el Presidente de la República se colocó al frente del estrado, abrió los brazos, lanzó sonrisas, guiños, saludos y señales de abrazo en agradecimiento a los invitados especiales de la primera fila, para después despedirse de mano de los miembros de su Gabinete, de los gobernadores y de varios de los asistentes en una despedida que se prolongó por más de 15 minutos.

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