Editorial: Carcajadas en la ONU

Trump aspira a que EEUU sea una nación con la soberbia del ignorante que cree que patriotismo es mirarse en el espejo y que ve el mundo por arriba de los muros que quiere construir.

Estados Unidos relega su posición de líder mundial que le corresponde por su economía, su poderío militar y su historia. Ya no es un aliado confiable con una visión global para un futuro mejor de colaboración. No quiere ser parte de eso.

La visión que presentó ayer el presidente Donald Trump ante la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) fue la de una nación temerosa. Esa fue la propuesta estadounidense para el mundo.

Un país que se encierra en sus fronteras por miedo a otras culturas, costumbres y tradiciones. Que ve el patriotismo como un ejercicio nacionalista incapaz de convivir con la globalización. Que abandona ser parte del liderazgo internacional para observar el mundo desde el rincón del comerciante que no ve más allá de hacer o perder dinero.

El mensaje de Trump fue un ejemplo de aislamiento y contradicciones. Habló de sus nuevos “amigos” como el líder norcoreano Kim Jong Un, o de otros como Arabia Saudita. Que es bueno cuando se habla del “enemigo Irán” y malo si del “precio del petróleo” se refiere. De un Medio Oriente donde los palestinos son eternos perdedores. De una China que se “aprovecha” comercialmente de Estados Unidos y una Rusia que solo aparece como proveedor de petróleo a Europa.

A nuestro continente le recordó que “América es para los americanos”, al mencionar la Doctrina Monroe; mejor aún, según él, si sus habitantes estuviesen más lejos de Estados Unidos.

En esta área aprovechó para vender su mensaje de la inmigración sin control como una amenaza a la soberanía y la prosperidad. Expuso su teoría de que la inmigración indocumentada financia grupos criminales, las pandillas despiadadas y el flujo de drogas. Por eso EEUU no participará en el nuevo pacto global en inmigración.
Pero su discurso ante la ONU también le dio al Presidente un baño de realidad. Trump está acostumbrado que en Estados Unidos se le tome en serio, o en silencio respetuoso, cuando dice barbaridades. En la Asamblea General causó carcajadas cuando dio su habitual bravata de cómo los logros de su administración son los más grandes en la historia del país.

Es irónico que le pase esto a Trump, que siempre acusó a Obama de ser “el hazmerreir del mundo”. Ese inicio del discurso, hablando de sus logros – los reales y los imaginarios – replicó el ambiente de irrealidad que rodea aquí a la presidencia y lo transmitió al mundo.

No hace mucho, la idea de la ONU como una supuesta amenaza a la soberanía de Estados Unidos era parte del relato del extremismo nacionalista, de los delirantes que miraban al cielo buscando “helicópteros negros”. Hoy esa visión es la que está establecida en el gobierno.

Estados Unidos fue perdiendo desde hace tiempo el papel que tuvo en la posguerra, pero mantuvo un rol de “país indispensable” en el concierto mundial. Trump aspira a que EEUU sea una nación con la soberbia del ignorante que cree que patriotismo es mirarse en el espejo y que ve el mundo por arriba de los muros que quiere construir.

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