Detenciones de ICE siembran el caos en Chicago y Los Ángeles
Es un teatro de la extrema derecha que busca convencer al resto del país de que los inmigrantes indocumentados son un peligro

Un agente de la Policía de Inmigración y Aduanas de Estados Unidos. Crédito: AP
Las acciones de agentes de la Policía de Inmigración y Adunas (ICE, en inglés) en Chicago y en Los Ángeles me han dejado inquieto.
En Chicago las autoridades de inmigración notificaron a varios inmigrantes que debían acudir a una cita en las cercanías de la Avenida Michigan y Cermak Road.
Para la sorpresa de los inmigrantes citados a través de un texto de celular, agentes de ICE los detuvieron.
Y en esta era de las redes sociales, miembros de la comunidad se dieron cuenta a través de un mensaje de un equipo de respuesta rápida en Pilsen y acudieron al sitio de las detenciones.
Lo de la cita era un engaño y cerca de 10 inmigrantes fueron detenidos y transportados al centro de detención de ICE en Broadview, Illinois.
Si los agentes de ICE creen en su trabajo y creen que están actuando dentro de la ley, ¿por qué recurren a estos engaños, los cuales los han estado repitiendo en otras ciudades del país por igual?
Y veamos eso de portar armas por los agentes de ICE y además llevar refuerzos también armados de agentes del FBI y de la DEA, como se reportó.
Los inmigrantes a los que ellos buscan no están armados y no presentan ningún peligro a los agentes. Como dijo Claudia Sheinbaum, presidenta de México, este pasado fin de semana “los mexicanos en Los Ángeles y otras ciudades como Nueva York son gente trabajadora y gente de bien”.
Portar armas de alto calibre, chalecos de malla y cubrirse el rostro con una mascarilla es teatro.
Es un teatro de la extrema derecha que busca convencer al resto del país de que los inmigrantes indocumentados son un peligro.
Pero los inmigrantes no son un peligro y al contrario son una fuerza estabilizadora y un componente importante de la economía.
Durante la protesta en Chicago, en el sitio donde engañaron a los inmigrantes, los agentes de ICE empujaron a unos concejales hispanos del Concilio de la Ciudad.
Tom Homan, el ‘zar de la frontera’, debe entender que esa no es la manera de conducir cualquier negocio en esta ciudad llamada Chicago. Homan debe bajar los decibeles a su discurso porque casi cada otra palabra que sale de su boca es para llamar “criminales” a los inmigrantes latinos.
Y hablemos de Los Ángeles un poco. Obviamente allá la comunidad está indignada y salieron a ser testigos de las detenciones de ICE a los inmigrantes, muchos de ellos que solo estaban trabajando.
Para hacer las cosas peor, el presidente llamó a la Guardia Nacional sin siquiera pedir consentimiento al gobernador Gavin Newsom de California. El gobernador Newsom comentó que esto tan solo escalaba la situación más.
Y otra vez Homan interpuso su opinión de que la culpa de las protestas era del gobernador Newsom.
Aquí recuerdo los consejos de mis maestras de la Secundaría Wells: dos equivocaciones (la de Trump por enviar 2,000 soldados de la Guardia Nacional y la de Homan por abrir su boca) no equivalen a una cosa correcta.
Y termino con el caso del inmigrante salvadoreño Kilmar Abrego García. que fue traído al país pero ahora bajo una acusación de transportar a personas indocumentadas.
Después que una corte ordenó a la administración Trump “facilitar” el regreso de Abrego García al país, por meses enteros Trump, Kristi Noem y otros se deslindaron de la responsabilidad, inclusive diciendo que este país no tenía derecho de exigir al presidente Nayib Bukele que regresara a Abrego García.
Ahora el Departamento de Justicia concertó que un gran jurado le hiciera cargos a este inmigrante.
A Abrego García lo tienen ahora recluido en un centro de detención en Tennessee y tal parece que la administración Trump ahora sí quiere llevarlo a una corte, algo que le negó al detenerlo y llevarlo a El Salvador alegando que era un miembro de la Salva Trucha, algo que Abrego y su familia negaron.
Esto de jugar ping pong con las vidas de los inmigrantes no pinta muy bien para Trump, quien rehúsa darles una oportunidad a los detenidos para ventilar sus casos en una corte.