Soleimani planteó un ataque terrorista en Washington utilizando al Cártel de los Zetas

El hombre que murió en Bagdad en un ataque que ordenó Trump habría estado detrás de una conspiración en la capital de EEUU, según la DEA

El ataque no se produjo finalmente.

El ataque no se produjo finalmente. Crédito: Getty Images

Un agente iraní al que las autoridades estadounidenses han vinculado con las Fuerzas Quds –el cuerpo de acción internacional de la Guardia Revolucionaria de Irán que dirigió el fallecido general Qasem Soleimani— estuvo involucrado en una trama en México para cometer actos terroristas en Estados Unidos, según reportes de la Administración para el Control de Drogas (DEA, en inglés).

Soleimani murió este viernes en Bagdad durante un bombardeo ordenado por el presidente, Donald Trump.

Este sábado, el vicepresidente, Mike Pence, escribió en Twitter que Soleimani había estado detrás de una fallida conspiración para asesinar al embajador de Arabia Saudita en Washington en 2011, supuestamente confabulada tanto en Estados Unidos como al sur de la frontera.

¿Qué se tramó desde México? Y, ¿se involucraron los cárteles?

Un oficial estadounidense de la DEA que se hizo pasar por un narcotraficante del cártel de los zetas le ofreció ayuda a un ciudadano iraníestadounidense para cometer un atentado terrorista en Washington DC.

En octubre de 2011, el Departamento de Justicia informó que había detenido a Manssor Arbabsiar, empresario de doble nacionalidad (residía en Estados Unidos), acusado de reunirse con un informante de la DEA que se hacía pasar por un capo de los Zetas, reportó el diario Milenio.

El agente encubierto, identificado en los reportes sólo como CS-1 (informante confidencial 1), conspiró entre mayo y octubre de 2011 con Arbabsiar para hacer estallar una bomba en la embajada de Arabia Saudita en Washington DC. o en un restaurante de la ciudad, según documentos de la corte consultados por el diario citado.

El falso jerarca de los Zetas se hizo pasar por un experto en explosivos. Arbabsiar le ofrecía 1.5 millones de dólares si eliminaba al embajador saudí, Adel Al-Jubeir. El plan tenía dos variantes: explotar la bomba en la embajada o en un restaurante donde el diplomático solía ir a cenar.

Mientras tanto, Arbabsiar estaba siendo grabado. En una ocasión, el agente iraní llegó a decir que le tenía sin cuidado si había víctimas colaterales: “Quieren echarse a ese tipo (el embajador), si se mueren cien personas, que se jodan”.

Otras conversaciones incluyeron planes para hacer estallar la embajada israelí en Washington y Buenos Aires, Argentina.

Arbabsiar incluso llegó a pagarle 100,000 dólares al agente encubierto como muestra de buena voluntad con el supuesto cártel de los Zetas, pero el dinero terminó en una cuenta del FBI.

El falso zeta le aseguró que era un experto en explosivos, a pesar de que en México los grupos delincuenciales rara vez emplean este instrumento. El diario El Universal elaboró una lista en enero de 2019 de los atentados con auto bomba de las últimas tres décadas; en total, encontró nueve casos que sumaron sólo siete muertes y varias decenas de heridos.

Arbabsiar fue citado en México para continuar con las pláticas. Pero era parte de la trampa. Las autoridades estadounidenses informaron a la secretaría de Gobernación de la llegada del hombre y fue arrestado en el aeropuerto internacional de la Ciudad de México el 28 de septiembre de 2011.

Tras ser juzgado en Estados Unidos, el presunto miembro de las Fuerzas Quds fue sentenciado a 25 años de prisión por conspirar para llevar a cabo un atentado terrorista.

“El espantajo del ‘narcoterrorismo’”

A pesar de la atención que ha suscitado en los medios noticiosos el llamado ‘narcoterrorismo’, el fenómeno tiene más presencia en la discusión pública que en la realidad, señala el sociólogo Fernando Escalante, profesor investigador de El Colegio de México.

A la fecha no ha habido un atentado terrorista en Estados Unidos o México llevado a cabo con la colaboración de organizaciones delictivas y grupos del integrismo islámico. Ni siquiera ha habido una campaña de terrorismo (con un objetivo político) orquestada por los narcos contra el gobierno mexicano o estadounidense, como sucedió en Colombia con Pablo Escobar.

La idea del ‘narcoterrorismo’ resulta muy atractiva, en términos publicitarios, y por eso se había usado de manera más o menos imprecisa desde fines de los años ochenta. Junta muchos miedos, de naturaleza muy diferente, y pinta a un enemigo formidable, que pide una violencia heroica”, explica el académico en el artículo de la revista Istor.

Sobre el caso de Arbabsiar opina lo siguiente:

El atentado no se produjo. En estricto sentido, ni siquiera se preparó, porque no había nadie dispuesto a hacerlo. Es decir: no había más que la fantasía de un emigrado, y la astucia de un empleado de la DEA, aprovechándose de él, ¿hacía falta que se refiriese a ello la máxima autoridad del sistema de procuración de justicia? ¿Qué consecuencias tiene que se haga así? Para una organización terrorista, que quisiera inspirar miedo a la sociedad estadounidense, es un escenario ideal, puesto que el anuncio de un atentado tiene efectos muy parecidos a los del atentado, sin ningún costo”.

“En su declaración judicial Arbabsiar explicó que por sus negocios ‘conocía a mucha gente que viajaba entre los dos países, y que él creía que algunos eran narcotraficantes’; y dijo que su primo le sugirió ‘buscar a alguien que estuviese en el negocio de las drogas, porque la gente en ese negocio está dispuesta a cometer crímenes a cambio de dinero’. Es decir que la idea de que los contrabandistas mexicanos podrían asociarse con terroristas islámicos para perpetrar atentados en Estados Unidos es una ocurrencia de los presuntos conspiradores iraníes, alimentada por un empleado del gobierno estadounidense”, abunda Escalante.

El investigador señala que el ‘narcoterrorismo’ termina por tener consecuencias reales debido a que persiste en la imaginación de los estadounidenses y en el discurso de las agencias de seguridad de su gobierno. En ese sentido, se trata de una retórica útil para mantener y aumentar los recursos de vigilancia en la frontera.

“El problema es que no pueden ofrecerse resultados concretos para tranquilizar a nadie, porque no se ha descubierto ninguna conspiración narco-islamista, ni se ha detenido el tráfico de drogas, ni han desaparecido de las ciudades estadounidenses los narcotraficantes y pandilleros mexicanos”, concluye Escalante.

Por Luis Hernández


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